Cuántas veces nos habremos parado a pensar en todos esos proyectos que desearíamos llevar a cabo y agobiados por la premura del tiempo hemos desechado la idea, desalentados por la contagiosa, a la vez que imprecisa, certeza de que la vida es demasiado corta.
… Como la canción de Sabina, “Cuando se despertó, no recordaba nada de la noche anterior…”, pero de eso nada, qué bonita es la música y qué mentirosa a veces. Lo recordaba todo. Su nombre. Sus ojos. Su boca. Sus dedos llevando el pitillo a sus labios. Sus manos, sobre todo sus manos, sus putas manos. Todo. Casi nada…
Vivimos con una soga al cuello cuyo nudo corredizo se cierra a medida que nuestra existencia se va llenando de cargas insustanciales que por algún motivo creemos tener la obligación de soportar; y arrastramos ese fardo como un lastre intangible que termina por cerrar la ligadura alrededor de nuestro cuello, impidiéndonos materializar ese resuello tan necesario para avanzar.
… En realidad soy feliz, no sé por qué siquiera me lo cuestiono. Tengo todo lo que quiero. O bueno, tengo todo lo que se supone que tengo que tener. O lo que suponen los demás que es necesario. Lo que sea. Pero lo tengo. Un buen trabajo, un buen coche, una buena casa, una buena vida, un buen hombre. Ay, mira, yo qué sé…
Cegados por este dogma existencial, cuya piedra basal es la fugacidad del tiempo que incorpóreo se desgrana entre los dedos cual reloj de arena, cerramos las puertas a todo lo que huele a foráneo, colgando el cartel de “No Hay Localidades”, inseguros de poder abarcar más de lo que nuestros cansados brazos puedan englobar.
… No importa, me lo estoy diciendo y poco a poco me lo creo, no pasa nada, olvidemos esta tontería, sigamos a lo nuestro, ya sabes, cariño, el tiempo vuela, no te pares, no pienses, no sientas, sobre todo no sientas, haz el favor de dejar de sentir, tonta…
Es así como conformamos una fortaleza donde recluir nuestras aburridas vidas, levantada piedra a piedra con el material del que está hecha la rutina; y nos apostamos vigilantes en la más alta de las almenas escudriñando el horizonte, dispuestos a servir de elemento de alerta temprana ante cualquier atisbo de amenaza.
… A mí no me mires, que no tengo tiempo para todo eso que dices que debería haber hecho. Qué tontería. Si ya nos vamos al cine los terceros viernes del mes. Si ya salimos de vacaciones una quincena en verano. Si ya sabemos que los miércoles se cena pizza. Si además, mira las horas que son, déjame…
Amenaza ésta, infundada la mayoría de las veces, ante la cual nos vemos en la obligación de defender nuestro reducto de bienestar a capa y espada, lidiando a muerte para conservar el forzoso orden natural de las cosas, obligándonos en ocasiones a nosotros mismos a desechar cualquier cambio, por insignificante que parezca, con tal de mantener a salvo nuestro caduco papel en la sociedad.
… Prohibido tocar, peligro mortal, esto es mazmorra, y la tengo rodeada de fosos llenos de tiburones y no, no intentes escalar el muro, ni busques puentes levadizos, aquí no se entra, no vengas a romperme mi burbuja, no quiero ver, no quiero oír, prefiero callar…
Pero, ¿qué pasaría si de repente nos rebelásemos contra la insidiosa costumbre y decidiésemos abrirle la puerta a esa novedad que se presenta sin avisar?
… Pero es que su nombre. Y sus ojos. Y su boca. Y sus dedos. Y sus labios. Y sus manos, sobre todo sus manos, sus putas manos…
Porque todos, alguna vez en la vida, nos hemos llegado a preguntar qué hubiese pasado de haber elegido la alternativa que se nos presentaba junto a la decisión que nos trajo hasta aquí.
… ¿Y si esto que me devora por dentro no son larvas de gusano?, ¿Y si quiero?, ¿Y si no me importa si debo?, ¿Y si me estrello?, ¿Y si cargo, apunto, disparo, y que el mundo se ponga como le dé la gana?…
Las oportunidades en la vida se nos presentan al azar y por tanto sin avisar, manejando a su antojo los hilos de la casualidad, por eso depende enteramente de nosotros optar por la decisión adecuada para cada momento, la cual no sabremos si fue acertada hasta pasado cierto tiempo.
… Sólo cerré los ojos y me tiré de cabeza a un abismo en el que el fondo ni siquiera se divisaba, con la única certeza de que, hasta llegar y convertirme en olvido, al menos, disfrutaría el vuelo. Y quien sabe si al final, incluso acaban creciéndome alas negras. O grises. O blancas…
Quién sabe si la vida no tratará de eso. De tomar decisiones, unas veces acertadas y otras erróneas, para conformar paso a paso eso que llamamos destino y a lo que culpamos sin miramientos, para bien o para mal, de aquello que nos va aconteciendo a medida que vamos creciendo.
… Siempre puedo decir en mi defensa, que nadie es capaz de resistirse a un abismo que se llame por su nombre y tenga sus ojos y su boca y sus dedos y sus labios y sus manos. Puesto ahí por alguna suerte de magia ancestral, una conjura de los dioses moviendo sus hilos y los míos. No tuve otra opción que saltar, lo juro…
Si existe o no un destino es algo que se escapa a todo razonamiento empírico, pero quizá esté en nuestra mano alterar esa tara del espacio-tiempo que condiciona el devenir de las cosas y para ello tan solo tengamos que abrirle la puerta a lo que está por llegar.
… A medio vuelo descubrí el paracaídas. “Tira de la anilla, pequeña, estás a tiempo. Da un portazo. Cierra por dentro. No lo dejes pasar. Tienes el mando. Que nada cambie. No lo hagas. Protege el corazón con 7 candados y pon a salvo el alma.” Ni siquiera pestañee. Kamikaze…
Así que la próxima vez que te sientes a esperar, querido lector, piensa que le puedes estar dando el control al destino. Por eso, si aquello que siempre deseaste pero con lo que nunca te atreviste a probar suerte aporrea con insistencia tu puerta, hazlo pasar, porque puedes estar accionando el mecanismo para encontrarte contigo mismo.
… Ya os he hablado de su nombre. Y de sus ojos. Y de su boca. Y de sus dedos cuando acerca el pitillo a sus labios. Y de sus manos, sobre todo sus manos, sus putas manos. Y de Sabina, y lo bonita y mentirosa muchas veces que es la música, “Demasiadas cervezas, dijo, al ver mi cabeza, al lado de la suya en la almohada, y la besé otra vez…” Y de que la hostia quizá sea tremenda. Pero mientras tanto, vuelo…
-Krakens y Sirenas,
Comentarios
Publicar un comentario