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Hola de nuevo. El placer es mío

Hace mucho que he buscado un motivo para irme y no volver; anoche me despedí y dos pasos más allá de este muro, volví sobre ellos.  No te voy a dar el gusto de verme partir, sin importar qué haga, ni de qué sirva, ni para qué, ni cuántos estén aquí, ni si estás o no.  Esto es mío. Si no me entiendes, no voy a tratar de que lo hagas.  He perdido demasiado tiempo dando explicaciones y, sin duda, igual sólo quedamos aquí mi palabra y yo, con un único sueño: pronunciarnos.  Puedes intentar de nuevo, jugando a que no existo, porque para mí tú ya no existes más.  Hola de nuevo. El placer es mío.  Y era cierto, ¿sabes?, yo ya no tenía nada que dar, lo había dado todo o me lo habían arrebatado sin que me diera cuenta.  No sólo mis manos estaban vacías.  Así, reina del Drama, sin nada ni nadie, seguí regalándome.  ¿No es increíble la cantidad de horas muertas que le caben a la vida?
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La mano que mueve el mundo

En pleno orgasmo, un te quiero. Como un golpe de puño en la mesa, como un gancho directo a la mandíbula, como una patada en el estómago, como un puñal atravesando el músculo, como todas las verdades que matan apuntando directas a la sien. Miedo. Todo negro. El puto pánico aniquilando el rojo fuego de mis entrañas. Mariposas muertas convertidas en larvas devorándose entre ellas, y mi tripa su guarida. Y en mi cabeza la espiral desaparece, y sólo hay descampados, y la música lejana de aquel día de verbena, y el calor de verano, y sus miradas indecentes, y sus manos, y saliva y desgarrones y risas y gritos y puñetazos y sangre y te quieros obscenos, babosos, horribles. Sólo soy miedo. No sé qué mano mueve el mundo, pero estoy segura que la del miedo lo paraliza. Coitus interruptus. Otra vez. Esa rigidez en su cuerpo. Esa sensación que me hace sentir que la estoy violando. Que todo esto está siendo contra su voluntad cuando ella ha sido quien ha dado el primer paso.

Hazlo pasar

Cuántas veces nos habremos parado a pensar en todos esos proyectos que desearíamos llevar a cabo y agobiados por la premura del tiempo hemos desechado la idea, desalentados por la contagiosa, a la vez que imprecisa, certeza de que la vida es demasiado corta. … Como la canción de Sabina, “Cuando se despertó, no recordaba nada de la noche anterior…”, pero de eso nada, qué bonita es la música y qué mentirosa a veces. Lo recordaba todo. Su nombre. Sus ojos. Su boca. Sus dedos llevando el pitillo a sus labios. Sus manos, sobre todo sus manos, sus putas manos. Todo. Casi nada… Vivimos con una soga al cuello cuyo nudo corredizo se cierra a medida que nuestra existencia se va llenando de cargas insustanciales que por algún motivo creemos tener la obligación de soportar; y arrastramos ese fardo como un lastre intangible que termina por cerrar la ligadura alrededor de nuestro cuello, impidiéndonos materializar ese resuello tan necesario para avanzar. … En realidad soy feliz, no sé

En otro pecho por despecho

No tengo ni puta idea de qué estoy haciendo aquí. O sí, para que engañarnos.  Huir. Huir lejos. Huir, huir, huir.  Mi piel brilla como si fuese metal recién pulido. Estoy empapada, todo mi cuerpo lo recubre esa película húmeda y salada que siempre, de forma inevitable, me recuerda el mar. Sudor. Lágrimas. Una mezcla de ambas. Mi respiración aún sigue entrecortada. No quiero abrir los ojos. Sólo quiero seguir deshaciéndome, hasta sentir que no soy nada, que estallo en millones de partículas que se entremezclan en el infinito. Otro orgasmo, camarero. Alguien pagará la cuenta. No me dejes respirar. No me dejes despertar. No me dejes volver a pensar. Siento su lengua antes incluso de que aterrice en mi vientre. Bien, sigue así. Haz tu trabajo, pequeño. Y juro que por un instante, mi pequeña muerte me hará olvidar que no es por ti por quien quiero morir. Huele a café. Entreabro un ojo y recorro despacio la habitación desconocida. Sábanas nude y una cama japonesa. Elegante. Un rastro de

Medio mundo por un beso

Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; por un beso… yo no sé qué te diera por un beso. Mmmm… ¡Qué hermosa manera de amar, qué bonito querer a alguien así! ¿Quién no ha querido sentir algo tan intenso? ¿Quién inspiraría un poema tan hermoso, tan sencillo, tan dulce? ¿Quién no ha deseado encontrar a alguien que te haga sentir así? Alguien que te haga sentir ese escalofrío antes del primer beso; esas mirada que primero se detienen en los ojos, luego bajan a los labios, haciéndote arder… Esas sonrisas mientras los labios se van acercando… Y el beso… ¿Quien no daría un mundo, un cielo… todo? Mmmmm… ¿Todo? ¿Mi mundo? ¿Mi cielo? Bueno… Todo quizás no. Porque nunca daría mi independencia. ¿Cómo estar con alguien que no respetara nuestra independencia, que se la quisiera quedar para él? Mmmm… tampoco darle todo mi tiempo libre. Porque me gusta tener mis vicios, me gusta estar con mis amigos, con mis letras, con mi mundo… Y sí…. Darte mis bes

– No te vayas. Siempre te vas.

Me quedé mirando el picaporte que sujetaba con la mano derecha. En la espalda colgaba aquella mochila que tanto aprecio le tenía. Ella estaba en lo cierto, yo siempre me iba. Por una razón u otra, por una excusa o un subterfugio, por una realidad o una fantasía. Me giré. Seguía sentada frente a la pequeña mesa, blanca y redonda, donde reposaban su taza de café y la mía, un cenicero lleno de colillas y un paquete de tabaco rubio. Y la amapola que le había traído esa misma tarde y que ella había recibido con dolor: –  ¡No! La has arrancado, nadie debería tener derecho a arrancar una flor. La había cogido de la carretera, volviendo del trabajo por aquella secundaria llena de bosque a un lado y campo al otro. Ella tenía el pelo negro y los ojos negros sobre la piel relativamente rosada de su cara más bien redonda. Era bonita, no especialmente guapa, pero bonita. Como las amapolas, no son flores especialmente hermosas pero cuando las encuentras en el campo se ven preciosas. Y yo,

Siga la flecha

Será que no se trata de seguir una flecha, sino de seguir la mía propia. Con los años, que no son tantos, pero son intensos, he seguido los caminos que me imponían las personas alrededor. He fallado todas las veces que intenté acertar para otros y canté con orgullo las victorias de los demás. De pronto, confusa, qué tonta, salgo al balcón y me da por mirar. Al pasado, al futuro, a otra realidad. No sé si estoy donde quiero estar, pero sí sé que no soy quien quiero ser. Yo lo que quiero es ser otra. Y cuanto antes mejor. Ojalá un conejo blanco viniera a decirme que es tarde, es tarde, es tarde, que yo misma me estoy esperando y que la fiesta de corazones es, en realidad, en el propio corazón. Busco en la avenida alguna señal, alguna flecha que me diga el camino, pero sólo veo personas de todos los colores y formas que hacen sus vidas. Una detrás de otra. Y yo me pregunto, de todas ésas, ¿cuál querría ser? Me descubre a lo lejos una señora en su terraza. Toma café y enciende un cigarro